A partir del Neolítico, hace menos de 10.000 años, para triturar el grano obtenido en los campos de cereal, los humanos inventaron y usaron los molinos de mano, los cuales fueron evolucionando a lo largo de los siglos. En base a su funcionamiento, se distinguen principalmente dos tipos: uno más simple, denominado de vaivén o barquiforme, constituido por una piedra fija, en forma de barca, y otra superior más pequeña, con la que se ejercía un movimiento de “vaivén” para moler el grano; el segundo tipo, denominado rotatorio o giratorio, se compone de dos piezas acopladas, de contorno circular, engranadas por un eje central, fija la inferior o solera, y móvil la superior o volandera, que con su movimiento de rotación molía el grano o las bellotas que eran introducidas por el orificio central superior, saliendo la harina por el intersticio que dejaba la unión de las dos piedras.
Hasta hace
pocos años era fácil encontrar molinos de mano en las tierras de cultivo,
habitualmente conservados parcialmente. La llegada de la mecanización agrícola
provocó movimientos de tierra y a su vez que se profundizara más la labor de
cultivo en los campos, lo que hizo que aumentaran las piedras grandes en
superficie. Cada vez es más difícil ver estos sencillos molinos debido a que es
habitual “espedregar” los campos, eliminándose las piedras grandes, que son
dejadas amontonadas en zonas que no estorben, a veces tiradas en los barrancos
próximos.
En el Museo
Paleontológico de Sobrarbe, y también en casas particulares, se conservan
diversas piedras de molino que habitualmente fueron encontradas en tierras
cultivadas, aunque también las hay que se localizaron en zonas de pobre
vegetación, incluso erosionadas, próximas a tierras de cultivo. Veamos algunos
ejemplares.
1. Solera de molino barquiforme
Se conserva la
mitad de la parte pasiva de un molino de piedra, arenisca calcárea.
Primitivamente tuvo una longitud máxima de unos 34 centímetros, siendo su
anchura de 22,5 centímetros. La cara superior es marcadamente cóncava y la
inferior muy convexa. Fue encontrada en el monte de La Pardina, antiguo término
municipal de Castejón de Sobrarbe, junto a un monumento megalítico y restos de
un muro. Asignable al Neolítico - Calcolítico.
2.
Solera de molino barquiforme
Es la parte pasiva de un molino de piedra, elaborada en granito. Pieza desgastada por llevar muchos años a la intemperie. Longitud máxima de 24,5 centímetros, siendo su anchura máxima de 19 centímetros. Cara superior plana y ovoide. Superficie inferior convexa. Procede del monte de La Pardina, municipio de Aínsa-Sobrarbe.
Este tipo de
piedras de molino, rústicas y sencillas, fueron muy habituales en la Edad del
Bronce. Es normal verlas en zonas yermas próximas a campos de cultivo, tanto
asociadas a yacimientos arqueológicos como fuera de contexto. En la Edad del
Bronce el poblamiento del territorio fue intenso.
3.
Solera de molino barquiforme
Parte pasiva de un molino de piedra, elaborada en granito. Pieza de mejor ejecución y de mayor tamaño que la anterior. Longitud máxima de 43,5 centímetros, siendo su anchura máxima de 28,5 centímetros. Cara superior plana y ovoide, ligeramente cóncava en la dirección de su eje mayor. Superficie inferior convexa. Encontrada en un campo de cultivo de Jabierre de Olsón, asociada a fragmentos dispersos de cerámica elaborada a mano, con desgrasante muy basto. Asignable a la Primera Edad de Hierro.
4.
Volandera de molino rotatorio
Piedra superior de un molino giratorio, parcialmente conservada, elaborada en microconglomerado detrítico. Es rústica, de 37,5 centímetros de diámetro, con orificio central de hasta 10 centímetro de diámetro, siendo muy gruesa (16 centímetros). Cara superior convexa y con cuello muy alzado. Superficie inferior cóncava. Localizada en el monte de Samitier, asociada a cerámica rústica realizada a mano. Posiblemente de cronología ibérica antigua.
5.
Volandera de molino rotatorio
Piedra superior de un molino giratorio, parcialmente conservada, elaborada en microconglomerado detrítico. Tiene del orden de 43 centímetros de diámetro, estando presente el típico orificio central. Su grosor máximo ronda los 16 centímetros. Cara superior convexa, si bien es cóncava en la zona central, con cuello deprimido. Superficie inferior ligeramente cóncava. En la actualidad está en una zona de difícil acceso, abarrancada, en el monte de Samitier, fuera de contexto arqueológico.
6.
Piedra de molino
Elaborada en granito. Espesor bajo, máximo de 11 centímetros. Diámetro de unos 44 centímetros. Orificio central de 5,5 centímetros de diámetro. Cara superior convexa e inferior ligeramente convexa, aunque aparentemente poco trabajada. Fue encontrada fuera de contexto, en el monte de Lamata.
7.
Volandera de molino rotatorio.
Elaborada en granito. La pieza es lenticular aplanada (máximo de 8 centímetros de espesor), con un diámetro que ronda los 37 centímetros, poseyendo un orificio central de 4 centímetros, más estrecho en el interior. Cara inferior convexa y con estrías radiales, y superior lisa y ligeramente convexa. Carece de ranuras o muescas para la lavija. Piedra asociada a un yacimiento romano de cronología tardía, ubicado muy cerca de la localidad de Lamata.
8.
Fragmento de volandera de molino
rotatorio.
Elaborado en microconglomerado detrítico. Volandera de bajo espesor, y de unos 40 centímetros de diámetro. Se ha conservado parte del orificio central y una hendidura lateral bien desarrollada, expandida distalmente, probablemente ligada al mecanismo giratorio del molino. Cara inferior ligeramente cóncava. Fue encontrada en un campo de cultivo, ligada a un yacimiento tardorromano, junto al pueblo de Lamata.
9.
Volandera de molino rotatorio.
Realizada en arenisca calcárea. Orificio central muy desarrollado. Cara superior convexa, con depresión asociada al orificio central; en esta depresión hay dos pequeñas hendiduras en las que iría la lavija. Hay un orificio en el borde, de pequeñas dimensiones. Cara inferior ligeramente cóncava, y con estrías radiales; también se observa en un lateral, junto al borde, una pequeña hendidura, y a 90º un pequeño orificio lateral, cerca del borde de la pieza. Volandera encontrada en la ribera de Guaso, junto a unos marueños. Un vecino del citado pueblo la guarda en su casa.
Esta
volandera parece ser de época romana avanzada, puesto que el molino sería algo
aplanado y la lavija se situaría en la cara superior del catillus.
10.
Volandera de molino rotatorio
Elaborada en microconglomerado, con granos de cuarcita muy bien cementados. Tiene la pieza un diámetro que ronda los 51 centímetros, poseyendo el habitual orificio central, de unos 9 centímetros de diámetro. En la superficie superior se observa que el cuello está alzado alrededor del eje, y hay una hendidura lateral que debe estar relacionada con el mecanismo de rotación. La superficie inferior, cóncava, presenta dos hendiduras centradas y simétricas que debieron tener la finalidad de facilitar el engarce del eje; se trataría de ranuras de fijación del eje giratorio vertical. En función de la morfología de la pieza, cabe asignarle una cronología medieval. Fue encontrada en el monte de Escanilla. Donada al Museo por los propietarios de Casa Salinas.
11.
Volandera de molino rotatorio.
12.
Volandera de molino rotatorio
Elaborada en microconglomerado – conglomerado. Tiene morfología discoidal, muy aplanada, con un diámetro que ronda los 55-56 centímetros, siendo su espesor de unos 6,5 centímetros. Orificio central que ronda los 50 milímetros de diámetro. Hay otro orificio en posición centro-lateral, relacionado con el mecanismo de rotación del molino, con diámetro de 30-32 mm.
La
superficie superior de la piedra es plana, al igual que la inferior; en ésta última
se observan dos hendiduras centradas y simétricas donde iría la lavija que
estaría engarzada al eje giratorio vertical. Por su morfología, se le puede
asignar una cronología bajomedieval. Fue encontrada en Olsón, en un campo
próximo al pueblo.
13.
Solera de molino rotatorio
Elaborada en conglomerado, en un canto rodado proveniente de los conglomerados oligocenos de la Sierra de Arbe. Tiene un gran espesor que ronda los 19 centímetros. Superficie ligeramente convexa, de contorno circular, con diámetro aproximado de 38 centímetros. Presencia de un hueco cilíndrico y centrado inferior a los 5 centímetros de diámetro, y unos 6 centímetros de profundidad. Superficie inferior poco trabajada, aplanada. De cronología incierta, quizá ibérica primitiva. Encontrada fuera de contexto arqueológico, en El Lecinar de Lamata.
14.
Solera de molino rotatorio
Realizada en microconglomerado detrítico. Es de espesor bajo. Superficie superior convexa, de 33 centímetros de diámetro máximo: posee cavidad central semicircular, de unos 3,5 centímetros de diámetro y otros tantos de profundidad. Superficie inferior ligeramente convexa, poco o nada trabajada. Encontrada en el monte de Lamata, en un amontonamiento de piedras, junto a un yermo que estuvo cultivado en siglos pasados. Restos cerámicos íberos y romanos cercanos a donde fue localizado el resto de molino.
15.
Solera de molino rotatorio.
Elaborada en microconglomerado, siendo su diámetro máximo 38 centímetros. Se trata de la piedra inferior, fija, de un molino rotatorio manual, con morfología discoidal, sólo trabajada por su parte superior, que estaba destinada a moler; hay una cavidad semicircular central para el eje, de 4 centímetros de diámetro y otros tantos de profundidad. La cara superior es convexa, con protuberancia central. La parte basal se halla sin trabajar, siendo ligeramente convexa. Cronología incierta.
Conclusiones:
Molinos barquiformes
En Sobrarbe
son muy abundantes, mucho más que los rotatorios; en este artículo sólo han
quedado reflejados 3 de ellos, si bien por el monte hay muchísimos.
En los
yacimientos arqueológicos de la Edad del Bronce (1800-1100 a.C.) y Primera Edad
de Hierro (1100-500 a.C.) son habituales los molinos de tipo barquiforme,
obtenidos principalmente a partir de bolos de granito recolectados junto al
cauce del Cinca. Dichos bolos, de 20 a 40 centímetros de longitud, fueron
trabajados por una cara, dejándola plana, raramente cóncava. Hay molinos
barquiformes que fueron fabricados en rocas sedimentarias: conglomerado,
arenisca calcárea... Cuanto más alejados estén los yacimientos arqueológicos
del río Cinca, y de las áreas graníticas, mayores posibilidades de que los
molinos no sean de granito.
Molinos rotatorios
En los asentamientos
de cronología ibérica (350-50 a.C.), se aprecia la coexistencia de los molinos
barquiformes con otros de tipo rotatorio, más evolucionados, suponiendo una
novedad. En la época romana (50 a.C. - 472 d.C.) los molinos rotatorios se
hicieron de mayor calidad, con piedras bien trabajadas. Persistieron hasta la
Edad Media.
Los molinos
más modernos suelen ser de mejor ejecución que los antiguos, aunque influye mucho
la profesionalidad de sus autores. Se constata que hubo una evolución de los
molinos a lo largo de los siglos. Los molinos rotatorios ibéricos eran más
gruesos que los romanos, que adoptaron una forma cada vez más plana, reduciendo
su peso. Parece ser que en época medieval hubo una involución en esta norma, al
menos en algunos ejemplares.
Los molinos rotatorios
de época medieval suelen presentar un hueco para la lavija, en la cara interior
de la volandera, lo que facilita el engarce. Esta lavija, en época romana
avanzada, se situaba en la superficie superior del catillus o volandera.
Otra
tendencia en época medieval es la presencia de un gollete o cuello alzado más
marcado alrededor del eje en la pieza superior del molino. Esta característica
también se observa en algunos molinos rotatorios que he asignado a cronología
ibérica.
Para la
elaboración de los molinos rotatorios se prefirió el microconglomerado
detrítico. También los hay de granito.
En las
volanderas de los molinos rotatorios lo habitual es que la cara superior sea
convexa, y la inferior cóncava (aunque también puede ser convexa). Mucha
diversidad en cuanto al mecanismo de rotación en los molinos giratorios.
La datación
dada a las distintas piedras de molino ha tenido en cuenta el contexto
arqueológico en que fueron encontradas. Hay piedras que estaban fuera de
contexto; en este caso he recurrido a estudios realizados en otras zonas (ver
bibliografía). Por tanto, las conclusiones son provisionales, susceptibles de
ser mejoradas en un futuro.
Bibliografía
· MEDEROS MARTÍN, A. & ESCRIBANO
COBO, G., El comercio de los molinos
rotatorios romanos en el mediterráneo y litoral atlántico norteafricano,
Archivo de prehistoria levantina, vol. XXIV, Valencia, 2001.
· SERRA RAFOLS, E. & DIEGO CUSCOY,
L., Los molinos de mano, Arqueología
Canaria, revista de historia, tomo 16, año 23, nº92, La Laguna de Tenerife,
1950, pp. 384-397.
Artículo publicado en la revista Treserols, número 15, 2017, pp. 32-36